jueves, 31 de marzo de 2011

Conoce a los Icónicos: Hayato

El honor es fuerza. Es una máxima que Nakayama Haayto ha conocido desde su nacimiento, y una cuyas espinas aún siente profundas en su piel No obstante Hayato también sabe una verdad más profunda: que igual que una espada debe doblarse para evitar romperse, así también lo debe hacer el honor. Y cuando más rígido es el acero, más fácil es de romper.


Ilustración por Wayne Reynolds
Hayato nació como un criado en la hacienda del Señor Nakayama Hitoshi, a solo unos días a caballo de la gran ciudad de Oda en Minkai. El hijo del jefe de halconeros y su mujer, Hayato -cuyo nombre significa "halcón"- rápidamente demostró ser igual de hábil con los peligrosos pájaros como su padre, igualando su naturaleza orgullosa y fiera.


Mientras acompañaba a su padre en una de las salidas de caza con halcones del Señor Nakayama cuando captó por primera vez la atención del señor. A los ocho años, Hayato tuvo el honor de ser el asistente personal del hijo del señor, Masao, ayudando al niño privilegiado con su halcón. Todo fue bien hasta que el niño noble, aún novato en el deporte, manejó mal su ave y casi pierde un ojo debido al error. El joven señor estaba preparado para matar al halcón en ese momento y allí, pero Hayato intercedió, explicando el error del niño. Más enfurecido aún, Masao comenzó a golpear a Hayato, atrayendo la atención del resto del grupo de caza. Aunque Hayato hizo una profunda reverencia y aceptó los golpes duros de su amo, ni gritó ni pidió clemencia. Cuando al final Masao se cansó, el Señor Nakayama mismo se dirigió al sangrante criado niño, preguntándole porque había sido tan valiente para corregir a su superior. Sin dudar, Hayato se arrodilló ante el señor y sencillamente dijo, "Porque era la verdad".


A partir de este momento, el Señor Nakayama acogió al joven Hayato bajo su protección, frecuentemente encargándole deberes dentro de la mansión, haciéndole compañero de su hijo, y controlando su educación tanto en asuntos marciales como intelectuales. Con el tiempo, Hayato creció hasta convertirse en un guerrero poderosos, ascendiendo hasta la posición de samurai jefe en las posesiones Nakayama. Cuando Masao murió en un duelo de borrachos a la edad de veinte, y por ello privando al Señor Nakayama de un heredero oficial, el afligido señor comenzó a considerar más y más a Hayato como un hijo, incluso permitiéndole adoptar el apellido familiar.


No obstante la muerte de Masao fue sólo el comienzo para el infortunio de la familia Nakayama. Fue poco después de este episodio cuando la haciendo Nakayama recibió la visita de Kaneka Yoshiro, un señor y funcionario del gobierno itinerante con una alta posición en la Corte Imperial. Con considerablemente más prestigio e influencia oficial que Nakayama, Kaneka fue recibido con todos los honores -aunque pronto quedó claro que el invitado estaba más interesado que solo en la hospitalidad. En unos pocos días, las ofensas sutiles de Kaneka, los avances lascivos hacia la mujer de Nakayama y los desafíos apenas ocultos hacia Nakayama mismo no le dejó otra opción al señor de Hayato. El honor le impedía dejar las ofensas indemnes, aunque desafiar a un superior gubernamental era tanto como una sentencia a muerte.


Al final, el honor ganó, justo como Kaneka sabía que haría. Nakayama desafío a Kaneka a un duelo, y fue rápidamente asesinado por el espadachín diestro. En recompensa por el "insulto" que había sufrido Kaneka, la Corte Imperial entregó todas las posesionas Nakayama a Kaneka. La viuda de Nakayama, enfrentada a la perspectiva de una vida deshonrosa entre los campesinos, no tuvo elección sino aceptar la oferta de matrimonio de Kaneka si deseaba mantener su posición.


Aunque los samurai Nakayamma estaban obligados por orden directa de la corte a honrar su nuevo acuerdo -y constantemente sobornados con numerosos regalos por parte de su nuevo señor- Hayato vio el robo por lo que en realidad era. Varias noches después, habiendo visto como los guardias de Kaneka bebían demasiado hasta caer inconscientes debido a la celebración de la boda, Hayato se deslizó hasta el dormitorio de su antiguo señor y se enfrentó al usurpador incluso mientras dormía con su nueva esposa. Aunque Kaneka llamó a sus criados, al final quedo claro que su única opción era combatir. Recogiendo la espada que Hayato le lanzó sobre la capa, Kaneka hizo todo lo que pudo para matar rápidamente al samurai, aunque Hayato se negaría su venganza. Al final, sangrando por varias heridas graves, Hayato tuvo éxito en sobrepasar las defensas del noble, terminado su dominio breve sobre la hacienda Nakayama con un delgado chorro de sangre.


Mientras Kaneka caia al suelo, con espuma roja saliendo de sus labios. Hayato soltó su espada y se arrodilló a su lado. Sabiendo que atacar a cualquier señor de esa manera -menos aun el hombre que el gobierno consideraba su señor legítimo- le aseguraría la ejecución, desenvainó su tanto y se preparó para morir con su honor intacto.


Una mano en su hombre detuvo su hoja. Cuando Hayato alzó la vista, vio a la Señora Nakayama -ahora Señora Kaneka- es su camisón, su seda amarilla manchada con la sangre de su marido más reciente. Con lágrimas en sus ojos, agradeció a Hayato por vengar al Señor Nakayamma y regresarle el control de la hacienda. No obstante con su siguiente aliento, le condenó para siempre. Cogiendo su mano entre las suyas -una muestra impensable de afecto y familiaridad- la mujer noble impidió a Hayato arrebatarse la vida. En su lugar, le sacó a escondidas de la mansión y hacia una carruaje con destino a Oda, con sólo una cadena de monedas, su armadura y la orden de vivir lo mejor que pudiese. Cuando el sol de la mañana se elevó, halló a Hayato viajando en una caravana al norte, con destino a las extensiones gélidas de la Corona del Mundo y desde allí hacia las tierras misteriosas del Mar Interior.


Ahora a mitad de su treintena, Hayatoyato es un hombre duro reservado. Aunque ha pasado bastante desde que aprendió a hablar Taldano, sigue siendo escueto por naturaleza, sintiendo que todo el mundo en su nuevo hogar habla demasiado pero también dice demasiado poco. Actúa como un mercenario sin miedo y diestro -o ronin, como lo llama- para aquellos cuya causa parece digna, aunque rechaza inclinarse ante nadie sin importar la posición, diciendo sólo que ya tuvo su cupo de señores. Hayato es leal hacia aquellos pocos amigos que pueden traspasar su conducta tras una coraza, a pesar de seguir secretamente atormentado por sus conflictivos sentidos del honor. Continuar viviendo como una samurai sin señor -sin contar uno que ha cometido un gran crimen- es vergonzoso, a pesar de que rechazar la orden de la Señora Nakayma sería igualmente vergonzoso. Sin una respuesta clara, Hayato temporalmente ha dejado de lado el problema. No obstante en lo profundo de su corazón, alberga una esperanza secreta: que quizás un día puede levantar un ejército de campeones y llevarlo de vuelta por la Corona del Mundo, extirpar a los políticos corruptos de su tierra natal y restaurar su honor, su familia adoptiva, y el código samurai que nació para defender.


Regresa la semana que viene para conocer a otro personaje icónico de Pathfinder JdR.